Abrir la mente



Hace unos cuantos años se colgó un vídeo en Internet contra el racismo. Ese vídeo ya no está disponible, pero sus conclusiones fueron tan devastadoras que se ha repetido en otros países para saber si los resultados son extrapolables.

No puedo mostraros el vídeo inicial, pero os dejo el enlace de uno de sus "descendientes". No os voy a hacer un resumen, porque considero que es mejor que lo veáis íntegro, ya que no es demasiado largo. Podéis verlo aquí.

Si ya habéis dedicado un ratito a verlo, ya podemos hablar sobre mis conclusiones personales.

La sensación de pertenencia a un grupo es vital para el desarrollo psicológico de un niño y no deja de ser importante a medida que crecemos. Todos tenemos amigos y amigas que se parecen a nosotros, de una u otra manera. Puede que no seamos físicamente semejantes pero algo nos hace permanecer juntos, quizás las ideologías, la manera de entender la vida o simplemente las aficiones en común.

Los niños del vídeo se identifican casi en su totalidad, con un muñeco que en nada se les parece, únicamente porque en su mente infantil les han grabado a fuego que lo blanco es bueno y lo negro malo. Al identificar al muñeco oscuro como el malo, como el feo y como el que menos les gusta, la elección de a qué grupo pertenecen ellos es clara. Si yo no me considero feo ni malo, no puedo creer que me parezca más al muñeco negro que al blanco.

En muchos países ser latino es, en la mayoría de los casos, una lacra difícilmente superable. Si preguntamos a las personas españolas si se sienten más identificados con un peruano o con un estadounidense, creo que todo el mundo contestaría que el "yanki" se acerca más a lo que nosotros somos. Sin embargo, si nos paramos a pensar, el peruano tiene en común con nosotros un pasado étnico, una oligarquía eclesiástica y un idioma, mientas que el americano no usa el castellano, su ideología religiosa es una escisión de la mayoritaria en España y su memoria histórica es inexistente.

¿Por qué entonces nos identificamos con un grupo cuando es más lo que nos separa de él que los que nos acerca?

La opinión más extendida es la de que nos identificamos con unas personas y no con otras, debido a la socialización que aprendimos de pequeños. Aún sin querer, todo nuestro entorno nos lanza mensajes en contra de ciertas ideas y a favor de otras, que vamos interiorizando sin darnos cuenta.

Con el paso de los años, las mujeres rubias nos caen mejor que las morenas porque la mejor amiga de mamá tenía el pelo claro, los niños de otras razas nos dan miedo porque nos inculcaron que nos intentarían robar y las personas con estudios nos resultan más fiables porque papá siempre criticaba al compañero de trabajo que no sabía hacer la O con un canuto.

Cuando mi sobrino tenía 5 años (y ahora), adoraba a Spiderman, como casi cualquier niño de su edad. Le resulta espectacular su traje (que a mí me parece de lo más incómodo y delator de cualquier fallo corporal), la posibilidad de abatir al enemigo con litros de tela de araña no le podría parecer más excitante. Siempre he comprendido el amor que le profesa al superhéroe, sin embargo un día me sorprendió confesándome que la que él considera la peor profesión del mundo es el periodismo. Ante mi cara de sorpresa, se quedó observándome esperando por mi parte la constatación de que él tenía razón al pensar que era el peor trabajo inimaginable. Con una sonrisa en los labios, le contesté que yo soy periodista y que Spiderman también trabaja en un periódico.

Se quedó atónito. Su facilidad para identificarse con el superhéroe era innata, sin embargo la posibilidad de sentirse similar al hombre que es cuando se quita el disfraz, era para él algo impensable. Sus padres, ambos con una difícil carrera de ciencias a sus espaldas, son su referente educacional y para él lo normal y lo bueno es estudiar algo relacionado con números. Las letras no están en su referente familiar más cercano e, incluso, desconocía que tuviera alguna conexión con alguien que se dedicara a ellas hasta que le confesé mi secreto.

Es inevitable que los hijos absorban ciertas creencias de sus padres, ya que viven inmersos en el universo que ellos crearon, pero es indispensable por parte de los progenitores ayudar a abrir la mente de los pequeños. Estamos en una era de globalización, de movimientos migratorios en busca de futuros mejores y no cabe duda de que el despertar de una psicología avanzada, que nos permita identificarnos con los sentimientos de la gente y no con sus rasgos físicos o creencias intrínsecas es una obligación paternal.

Superar nuestra programación mental, para hacer de nuestros hij@s seres libres de una carga social tan negativa, es el único (y vital) paso para hacer del mundo un lugar mejor en el que vivir.

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