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Mostrando entradas de febrero, 2019

Yo, mi, me y mi ego

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Que no, que no me cuentes historias. Te encanta gustar. Te motiva enseñar tus logros. Mides el éxito en parámetros erróneos. Sobrevuelas el mundo impulsado con las alas de otros y le llamas autoestima a lo que no es más que artificio. Lo sé. Estamos inmersos en la era del ego. Compartimos fotos de vacaciones, de lugares hermosos, con nuestra mejor cara. Nada tiene de malo. Me encanta verte feliz, disfruto descubriendo los sitios que visitas. El conflicto aparece cuando dejas de hacerlo por ti y comienza a importarte más la opinión ajena que la propia. Sentimos que nuestra autoestima aumenta cuando en realidad lo único que alimenta cada like, cada comentario repleto de piropos es el ego. "Uy que suerte, soy admirado, soy querido, me comparten, me comentan, les gusto". Y el ego crece y crece. Y cuánto más enseñamos, más nos quieren y, en consecuencia, más nos queremos nosotros. Porque molamos . Entonces el juego se convierte en una rueda cuya inercia l

Esclavo de la ira

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¿Qué harías si alguien a quién quieres te pidiera que escribieras sobre una de tus actitudes? Si ese rasgo de tu personalidad no fuera uno de los que estás orgullosa, si fuese algo de lo que te avergonzases, ¿lo harías público? ¿Le contarías al mundo tu imperfección?  Hoy escribo este post porque decidí que sería bueno, que sería quizás terapéutico, pero sobre todo por él. No, no tiene que ver con el mercado laboral, aunque también le afecta. Carece de relación con la actualidad más feroz, pero es un tema perpetuamente de moda. Soy una persona complicada. Mi toma a tierra está basada en valores, en ideas que me recorren la médula espinal y que, si las arrancase dejaría de vivir. Quizás siguiese respirando y caminando por el mundo, pero no sería yo. Mi esencia se disolvería en un mar de personas, sin que nada hubiese en mí que me hiciera diferente. Esa escala de valores, basada en la justicia, en la confianza, en la sinceridad, en la amistad, en la fidelidad, en la re

Tu mundo al revés

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Ayer fue domingo . Uno de esos días en los que fuera hace frío, pero en casa hay café caliente, inmejorable compañía y maratón de películas. Entre unas y otras, surqué los mares con Aquaman, descubrí que la serie Vikingos no es lo mío y volví a ver Del revés. No sé si conoces la película, en la que nos acercan el cerebro de una persona a través de cinco emociones primordiales. La alegría, la tristeza, la ira, el asco y el miedo, se convierten en personajes protagonistas de una animación. Seguramente una persona versada en psicología podría extraer mucho más que yo de la hora y media larga que dura la cinta. Sin embargo, esta vez, me llamó la atención una parte en particular de la película. En ella aparecen lo que denominan recuerdos esenciales, gracias a los cuales se va formando la personalidad de cada individuo , y que dan lugar a pequeñas islas gracias a las que cada uno somos quienes somos. Pero, ¿son tus islas las mismas que eran hace 10 años, o 5, o 1?

A oscuras

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Podría haber escrito este post mucho antes. Quizás pienses que debería haberlo hecho.  Que fue frívolo y poco empático hablar de otros temas, mientras un país entero lloraba. Puede que tengas razón. O no. Me dolió como a ti. Me mantuve pegada a las noticias como tú. Me angustié con cada nueva voladura necesaria. Sufrí por los mineros que arriesgaban su vida. Tuve en mente a esos padres, a esos abuelos, a las familias del que esperaba la llegada de ayuda y de aquellos que se desgarraban las manos y el alma luchando contra el tiempo para alcanzarle. Pero no. No quise sumarme al circo que vi erigirse alrededor de todo aquello. Decidí apartarme, porque hasta la crítica más destructiva no es más que otro poco de oportunismo, cuando se hace a destiempo. Yo no soy Julen. Porque no era mi cuerpo el que yacía en la oscuridad más tenebrosa en una situación que jamás debería haberse producido. No. Yo no soy la familia de Julen. Porque aunque mi alma voló a su encuen