Cuestión de sexo



Desde que nacemos convivimos con el sexismo encubierto. Nos bombardean con anuncios de detergentes protagonizados por mujeres, mientras que los hombres anuncias patatas y refrescos que toman mientras ven el fútbol.

Los muñecos de acción son para los niños, los cochecitos de bebés para las niñas, que estén preparadas desde la infancia para ser madres, no sea que les pille el toro. El azul es de chicos, el rosa de niñas. Las niñas no silban, no juegan al fútbol en los recreos, no practican deportes extremos. Los niños no lloran, no sufren, no exteriorizan sus sentimientos.

Las niñas son princesas que deben ser rescatadas, los niños no pueden tener miedo del dragón que las tiene encerradas. Tópico tras tópico millones de mentiras que se repiten hasta la saciedad, que son alimentadas por la publicidad, por la sociedad e incluso por las tan idealizadas películas de Disney.

Pero después están las verdades, que se intentan abrir paso a golpe de muchas luchas, mucho empeño, mucho esfuerzo. La verdad de que las mujeres están capacitadas para los mismos trabajos que los hombres pero cobran mucho menos, por el mismo puesto. La verdad de que puedo vestir a mi hijo de rosa si me da la gana. La verdad de que mi sobrino era feliz paseándose orgulloso con una sillita de muñecos, demostrando al mundo lo buen padre que era (A los 5 años, eso sí).

Hay verdades que animan a pensar que el mundo está cambiando y otras que aún nos anclan al pasado, como un lastre difícil de soltar. Mucho se ha peleado por los derechos de ambos sexos, y aún hay quienes se resisten a ese cambio, que exigen a gritos las generaciones que llegan.

Uno de los grandes ejemplos de esta mentalidad retrógrada lo encontramos hoy en los periódicos y se trata, nada menos, que de un colegio. Sí, un centro al que muchos padres y madres han confiado la educación académica de sus hij@s, y han hecho abuso de ese privilegio.

El centro se llama Juan Pablo II y se encuentra en Madrid (quizás alguna de las abejas lo conozca). En este colegio se hace diferencia por cuestiones de sexo hasta el punto de separar en aulas a los niños y las niñas. Las clases de ganchillo son exclusivas para las niñas, y en las salidas extraescolares ellos disfrutan del Bernabeú mientras ellas se dedican a ayudar en comedores sociales.

En estos momentos está siendo investigado para decidir si  existen tintes discriminatorios en sus actividades , y sancionarle en caso de que así sea.

Desconociendo el resultado de la investigación, voy a intentar ser tibia en mis opiniones, ya que puede que finalmente se declaren lícitas sus actividades. Sin embargo, considero que si un niño quiere hacer ganchillo, jugar con muñecas, pintarse las uñas, peinar a sus juguetes o bailar ballet debería tener todo el derecho de hacerlo. Si una niña quiere jugar con motos, desgañitarse viendo el fútbol, amar la lucha libre y tener un action man (o 10) ¿quiénes somos para decirle que eso está mal?

Dejemos de medir a los niños por el rasero sexista que la sociedad nos ha inculcado. Ellos nacen como un libro en blanco en el que nosotros decidimos qué valores queremos darles. Si deseamos lo mejor para la siguiente generación, creemos tantos peluqueros, diseñadores, esteticistas, secretarios varones como abogados, ingenieros o periodistas. Respetemos por igual a una mujer ingeniera, médico o arquitecta como a la que decide ser dependienta. 

Sólo apoyando a l@s niñ@s en sus hobbys les haremos libres y conseguiremos una generación de personas sin prejuicios que ame realmente lo que hace. Y, no sé para tí, pero para mí un mundo lleno de personas amantes de su vida es el único futuro posible.

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