El color de la belleza



En primer lugar, quiero pedir perdón por mi larga ausencia en este blog. Así y todo deseo decirles que he vuelto para quedarme, sobre todo mientras existan temas a tratar. Y, no cabe duda de que hoy los hay.

Como todos aquellos que leen o han leído en algún momento mis comentarios saben, suelo tratar temas más sociales que políticos, más culturales que económicos. No se trata de una falta de interés por mi parte en ese tipo de noticias, lo que ocurre es que, desde aquí, considero importante tratar aquellos asuntos que pasan más desapercibidos. Los telediarios de las principales cadenas estructuran su tiempo comenzando por la política y terminando por los deportes. En ese tiempo se entremezclan reportajes "a fondo" con uxoricidas y crisis económicas con ilegalizaciones políticas.

Cierto es que se habla de los temas sociales, pero se les ofrece un tinte de impersonalidad, una no profundización en los sentimientos humanos, en las problemáticas sociales que, vista desde cerca, pone los pelos de punta (y perdonenme la expresión).

Hoy me gustaría exponer un tema recogido por dos periodistas del diario "El País" a modo de reportaje, y que tras leerlo me ha dejado completamente anonadada. No recuerdo, por edad, grandes problemas con la segregación racial aunque sí he vivido el racismo como algo real y doloroso. La brecha en la sociedad que separa a quienes hemos nacido iguales. Pero, sí he estudiado casos como el de Rosa Parks, que me sorprendió, ya no sólo por su valentía, sino porque no podía imaginarme medios de transporte, restaurantes o incluso universidades divididas en función del color de la piel.

No dudo que si yo hubiera sido una mujer negra en aquellos momentos hubiera dado todo lo que poseyera por transformar el color de mi piel, pero hoy en día, y menos mal, las cosas han cambiado. Aunque quizás menos de lo que pensamos.

Todos conocemos el caso de Michael Jackson, ese niño de mejillas orondas y pelo ensortijado que se convirtió en un esperpento de cara chupada y nariz inexistente sólo por querer ser lo que la madre naturaleza no quería que fuese. Siempre he considerado una deshonra para la raza negra a una persona como Jackson que, habiendo llegado a lo más alto, se avergüenza de lo que es. Pero no es un caso aislado, se comenta que la bellísima Beyoncé se ha hecho acalarar su tono de piel para un anuncio de L'oreal.

Esto que les estoy contando, viene a cuento del reportaje de "El país" en el que se explica detalladamente como en países como la India la relación entre color de piel y trabajo o estatus social es inversamente proporcional. Es decir, a tez más blanca mejores posibilidades de medrar en el trabajo, de conseguir una mejor esposa con una mejor dote,...Como pueden imaginarse, poco tiempo se ha tardado en aplicar esta realidad social al mercado económico y ya son multitud las cremas que se ofertan como blanqueantes para la piel. En áfrica, cuenta el reportaje, se considera una deshonra querer blanquearse la piel y por ello las cremas se usan a escondidas. Todo lo clandestino acaba por convertirse en peligroso y estas cremas no son una excepción, ya que muchas de ellas son tóxicas y acaban por generar problemas graves de salud en los usuarios.

Otro problema similar, aunque menos peligroso a mi modo de verlo, son las operaciones de estética que se realizan en países asiáticos para eliminar el característico rasgado y conseguir unos ojos más grandes y expresivos.

Querer adelgazar, cortarse el cabello, teñirselo e incluso desear medir unos centímetros más es algo humano y natural. Todos desearíamos ser perfectos, modelos como los de la televisión. Ahora bien, considero que de la necesidad innata de mejora de la raza humana hasta la no asimilación de las diferencias que hacen del planeta un lugar multicultural, rico en lenguas, usos y costumbres, hay una brecha enorme, incluso insondable que esconde un problema psicológico de falta de autoestima por parte de la persona que desearía ser lo que no es. Eso sí, no culpo a la persona del problema, si no a una sociedad que le impone la blancura de la piel como algo idílico, como aquello que le va a abrir las puertas del paraíso hacia un mundo que no conoce pero que debe desear como si le fuera en ello la vida.

Perdonenme, soy mujer, blanca, nacida en el primer mundo y aún así hay muchas cosas que desearía mejorar.

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