Internet

Me levanto por la mañana y, como todos los días, dedico un tiempo a leer las ediciones digitales de los principales periódicos, con el fin de poder detallarles en esta web aquello que más me interesa.

Hoy, me sorprenden dos noticias por ser completamente antagónicas pero con un nexo común: Internet. Desde que esta herramienta informática entrara en nuestras casas, muchos son aquellos que la utilizan para fines más o menos loables. Muchas son las noticias que recibimos acerca de la red de redes y la mayoría de ellas no son precisamente buenas. Redes de pederastas acechan a nuestros hijos en chats y redes como Twenti. Pero no se asusten, hoy no voy a hablarles de ningún nuevo caso de este delito.

La edición digital de el diario El Mundo recoge dos noticias esta mañana acerca de Internet. La primera de ellas es de carácter más que positivo, la historia de una superación personal digna de aplauso. La segunda, en cambio constituye un hecho de preocupación.

Empecemos por la negativa, si me lo permiten, para finalizar esta entrada con la nota positiva.

El titular dice así: "Los costes emocionales de Facebook o Twitter". Nada alagueño para empezar si es que estas redes tienen costes personales. El caso es que Antonio Damasio, neurólogo portugués, ha realizado un estudio sobre las consecuencias del uso de estas herramientas de Internet y sus conclusiones dan miedo.

Cito textualmente parte de este artículo para que observen porqué motivo me asusta. "Teniendo en cuenta la rapidez con la que se desarrolla la comunicación en los nuevos medios digitales, al estilo de Twiter, los autores temen que muchas personas no sean capaces de experimentar plenamente emociones relacionadas con los demás. "Para algún tipo de pensamiento, como son nuestras decisiones morales respecto a los otros, necesitamos un tiempo adecuado para pensar y reflexionar", subraya Immordino-Yang."
Es decir que gracias a ciertos comportamientos de la era moderna (ver violencia en la televisión, no relacionarnos con los demás de manera directa,...) estamos perdiendo la capacidad de sentir compasión, o al menos la estamos aletargando. Preocupante, ¿no creen?

Llegados a esta conclusión, les contaré la segunda historia, la positiva. Permitánme la licencia de contarsela de un modo un tanto especial, ya que creo que lo merece.

Érase una vez en una ciudad de Inglaterra de nombre South Shields, una mujer de 20 años. Era feliz con su vida, pero de pronto un día el mundo se le calló encima. El detonante fue una visita a una biblioteca durante la cual sufrió un ataque de pánico, que degeneró en una agorafobia que la ha mantenido recluida en su casa hasta hoy en día. Ahora tiene 40 años y ha decidido superar sus miedos. ¿Por qué? Pues porque a través de Internet ha sido consciente del mundo que hay fuera de su casa y que se está perdiendo por miedo a abandonar la seguridad de su hogar.

Hasta llegar a esta conclusión ha tenido que sufrir diferentes estadios que la han llevado a tener miedo incluso a lavarse los dientes o ponerse de pies. Pero hoy puede salir al menos a su calle a disfrutar de la felicidad con la que la red ha decidido premiarla.

¿Pueden ustedes sentir felicidad por esta mujer?¿Pueden imaginarse el dolor de su familia por verla consumirse entre cuatro paredes? Si no pueden, quizás deberían dejar de usar las redes sociales. Ustedes mismos.

Comentarios

  1. Como todo en la vida, las redes sociales, si existen es porque en mayor o menor medida, son útiles. A partir de ahí, en la esencia de cada uno está el uso que quiera darle. A través de mi propia experiencia puedo decir que las redes han venido a enriquecer más mis relaciones personales pero no a sustituirlas por una relación meramente virtual y por ende, fría.

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