Compararte es denigrarte

¿Cómo puede ser que mi colega de trabajo se compre tanta ropa con el mismo sueldo que yo? ¿Por qué a mi compañero de universidad le llueven las ofertas de trabajo y a mí no? Qué guapa es esa chica, ojalá tuviese su altura. Qué suerte tiene mi vecino que puede permitirse viajar cada mes. Nuestro cerebro nos lleva, pensamiento a pensamiento, a vivir en una infinita comparación con los demás. Nos esforzamos por comprender qué hacen para tener la suerte que a nosotros nos falta, o las oportunidades que nunca conseguimos. Sin embargo, no solemos ganar la contienda de la comparación. Nos comparamos para denigrarnos. Son comparativas en las que solemos salir perdedores, frustrados y doloridos en lo más importante que tenemos para continuar nuestro camino: la autoestima. Las personas con una alta autoestima no pierden el tiempo en comparar sus vidas con las de los demás . Y, si lo hacen, es únicamente para darse cuenta de que si otros lo han conseguido ¿por qué no ellos? La compar...