No tengo tiempo



El tiempo es algo tan relativo que no hay dos personas que lo conciban del mismo modo. Seguro que conoces a personas que siempre tienen la capacidad de insertar algo más en sus agendas, y a otras que se pasan el día sollozando porque no les da la vida para todo lo que tienen que hacer.

La verdad es que tanto las unas como las otras, se levantan a diario con el mismo cheque de minutos para gastar, pero no hacen el mismo uso de él. Algunas emplean el cheque completo en llenarlo de actividades que no les satisfacen, mientras otras han aprendido la importancia de priorizar.

Para unas, lo importante y lo urgente han dejado de mezclarse con las nimiedades. Mientras, otras saturan sus días de pequeñeces olvidando aquello a lo que sí deberían prestar atención y llenándose la boca de que no tienen tiempo para nada.

Con los años vas descubriendo que, cuánto mayor te haces, más aumenta la percepción de que el tiempo vuela. De niños el tiempo es eterno, jugamos a montarlo y desmontarlo sin pensar en que eso puede cambiar. Antes, tú eras el jinete de cada minuto de tu vida, ahora parece que sea el tiempo quién te guíe en una carrera desbocada en la que sólo puedes observar el paisaje en los pequeños instantes en los que te permite pararte a respirar.

La edad nos hace olvidar que las riendas están ahí, siempre lo han estado, para que volvamos a cogerlas. La madurez nos alcanza a todos y es entonces cuando debemos elegir: priorizar o seguir quejándonos de que el reloj nos roba la vida.

La percepción de lo que dura un segundo, una hora, un día es completamente personal, y es tu responsabilidad elegir el modo en el que vives. Puedes pasarte la vida entera quejándote de la falta de tiempo o volver a tomar el mando y ser tú quien decida el ritmo de tu camino.

Hay muchos profesionales que se dedican a la gestión del tiempo, a enseñar a priorizar, a organizarse. Todos ellos han pasado por un momento en sus carreras en el que descubrieron que estaban permitiendo que el caos diario marcase sus pasos, y decidieron parar y reconducirse para volver a ser los capitanes de su propio navío.

Yo simplemente soy una de las miles de personas que ha pasado gran parte de su vida pensado a diario que ojalá el día tuviera más horas. Sin embargo, llegado el momento, me di cuenta de la realidad que encierra ese lamento.

De nada me servirían 2 horas, 10, 100 más al día. Terminaría haciendo lo mismo que estoy haciendo ahora mismo, pero durante más tiempo. ¿Por qué? Porque estoy en un momento de mi vida en el que las prioridades están claras.

Tengo un objetivo profesional por el que trabajo a diario, tratando de ampliar mi visibilidad, interactuando en redes sociales, con el networking por bandera. Ese objetivo no ha cambiado, pero mi lista de prioridades sí.

Sé que cuando me quejo de que no tengo tiempo, de lo que en realidad me estoy quejando es de que mi orden de importantes ha cambiado sin esperarlo y debo adaptarme a ello. No creo equivocarme priorizando en este momento mi trabajo actual y mi familia por encima de mi visibilidad.

Tengo tiempo para gestionarlo todo, igual que lo tenía antes. Simplemente ahora prefiero pasarlo con la persona que más me necesita. Por eso, me daría exactamente que una deidad me regalase miles de horas extras. Si tuviera más tiempo, más emplearía en ella.

Por eso al decir que no tengo tiempo para algo, lo que en realidad estoy diciendo es que elijo otras cosas antes que esas, por obligación, por necesidad o por que es lo que quiero. Y sé que tú haces lo mismo. De ahí la frase que afirma:
"No existe falta de tiempo, existe falta de interés. Porque cuando la gente realmente quiere, la madrugada se vuelve día. Martes se vuelve sábado y un momento se vuelve una oportunidad"

Tu tiempo y tú

Estoy segura de que tú también sientes que el día se te escapa entre los dedos, que no llegas a todo. Has llenado cada hora, cada segundo y no tienes ni un instante para pararte a reflexionar si lo que estás haciendo es lo que deseas hacer.

Al igual que el conejo de Alicia, corremos por el mundo siempre con prisas. Del trabajo a casa, a las compras, a la academia. Miramos el reloj como a un enemigo que nos roba los años, cuando la verdad es que no hay rival en esta lucha, más que tú mismo.

Perder el tiempo no es estar ocioso. El ocio es tan necesario como cualquier otra actividad que hayas colocado en tu lista de urgentes. Parar y reencontrarte a ti mismo es uno de los ejercicios más difíciles que hay en medio de esta existencia de carreras y compromisos. Hacer lo que te gusta es un oasis necesario entre un desierto de obligaciones. En realidad, perder el tiempo es emplearlo en algo que no nos satisface, que no aporta, que no suma valor.

Es imprescindible que comiences hoy a priorizar. Que descubras aquello que es un innegociable en tus días y lo coloques en el centro de tu existencia. Da igual que sea el trabajo, la familia o el deporte. Lo importante es que sea lo que sea le otorgues el lugar que le corresponde, en vez de excusarte en la falta de tiempo para no hacerlo.

Puedes levantarte antes, acostarte más tarde, olvidarte de la televisión o de Internet. Puedes rascar minutos de cada día. Olvida la frase "No tengo tiempo" y empieza a crearlo! Cuando tengas claras tus prioridades harás que la vida fluya. Descubrirás que el tiempo no corre nunca en tu contra, si consigues hacer de él tu aliado en vez de observarle desde lejos como a un rival.

Llegará el día en el que no haya más. Se acabarán las jornadas interminables, las agendas llenas, los instantes, y sólo quedará lo que ya hayas hecho. Cuando ese día llegue, debes sentir que has vivido la vida que has querido, no la que has podido construir con las migajas de tiempo que te has permitido.

El camino, la vida, la existencia está en los rodeos que damos, en las paradas que nos permitimos y en las obligaciones que a veces es imprescindible olvidar. No pierdas más tiempo, olvida el reloj y gánate la vida que deseas vivir!

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