Dándole al pause


Hoy escribo este post de una manera muy distinta a como suelo hacerlo. Lo escribo con mis dos sobrinos a mi lado y escuchando las risas de mi familia, que pasa la sobremesa en el salón.

No. Es posible que no tenga importancia, pero sí la tiene. Le doy la importancia que tienen esas situaciones que te hacen despertar a una realidad, tan obvia que no entiendes como no la habías visto antes.

Llevo años trabajando mi marca personal. Años escribiendo este blog, con la esperanza de que sea lo suficientemente bueno, lo bastante interesante como para ser leído, comentado, compartido o sólo observado.

Mucho tiempo y esfuerzo dedicándome a hacer de mi vida algo que valga la pena. Intentando lograr vivir de lo que amo. Trabajando por posicionarme en algún lugar dónde ser vista. He tenido parones, caídas, descansos y retornos.

Han sido miles de horas de lucha por conseguir que alguien me viera, por dejar de ser invisible en un mundo en el que cada persona es tan insignificante como los demás le hacen, y tiene sólo el valor que otros le otorgan.

Precisamente por eso, lo he pensado mucho. Me ha dado miedo, vértigo, me ha creado preocupación y me ha hecho preguntarme si era la opción adecuada. Pero lo es.

Hoy lo he visto claro, mientras la persona con la que he decidido perderme en una aventura lejos de mi casa me envía whatsapp. Mientras le pinto las uñas a mi sobrina. Mientras mi madre y mi hermana preparan el café en la cocina.

Eso es lo que quiero. Lo que necesito ahora. Necesito apagar el móvil, decir hasta luego a las redes sociales, poner en pausa el blog y hasta la propia rutina.

La ansiedad aumenta cada día un grado más, señal inequívoca de que mi cuerpo y mi mente piden a gritos un parón. Un stop en letras de neón, enormes. Un "Cris, para" que me niego a ver demasiadas veces.

Sin embargo, hoy lo he podido observar tan claramente que no queda más camino que obedecer. Por eso escribo este post. Porque a ti seguramente te dará igual si escribo o no. Porque no tengo tantos seguidores, ni tan fieles como para exponer una explicación. Pero quiero hacerlo, me da igual si la quieres o no. Si la necesitas o no.

Le doy al botón del pause, por mí y por los míos, que me miran preocupados por mi estado, que me piden que si nos vamos lejos, no me lleve cargas. Y les hago caso, como al Stop de mi cabeza.

A veces es necesario dejar que otros decidan por ti. Otras personas, otras circunstancias, otros eventos. Delegar también es ser fuerte, porque es en la confianza que depositamos en los demás donde radica nuestra grandeza. Por eso yo acepto.

No es un adiós, es un hasta luego. Es un necesito descansar y eso implica desconectar, liberarme de la obligación de escribir, de comentar, de estar.

Ni quiero ni pienso desaparecer, pero sí aminorar. Compartir aquello con lo que vibre, no leer más de la cuenta, no preocuparme por la visibilidad más allá de que me miren los ojos de quien tengo enfrente.

Porque si me lees, si me aprecias, si te aporto algo lo entenderás y te encontraré a la vuelta. Más relajada, más tranquila, más enérgica. Más yo. Y si no lo haces, poco importa si me voy o me quedo.

Hoy me elijo a mí antes que a nadie. Elijo mi salud, mi desconexión y mi equilibrio por encima de lo que otros me dicen que debo hacer. Es una apuesta, quizás un error, pero es mía. Es mi elección y nadie puede arrebatarme la capacidad de equivocarme o acertar siguiendo esas intuiciones tan mías que nadie más entiende.

Si como yo, paras hazlo desde la certeza de que es lo correcto. Si continúas, volveré a estar contigo a la vuelta. Y si te apetece, te espero en Septiembre.

Feliz verano!

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