Déjame contarte I


Soy afortunada. Siempre lo he sido. He tenido la gran suerte de pasar por momentos tremendamente duros en mi vida para aprender desde bien pequeña que tengo la fuerza para salir de todo.

He contado con personas mágicas a mi alrededor que me han dado, no su mano, si no su esencia entera, y me han permitido regalarles la mía para crear juntas algo nuevo y mejor.


He pasado meses en desempleo, luchando por salir de ese estado, en una guerra salvaje contra mí misma, tratando de mantener la autoestima alta y no decaer ante la situación.


Ahora, mi vida no es de color de rosa, pero vuelvo a tener suerte. La fortuna de estar al otro lado de la mesa, la de pasar de ser la entrevistada a ser quién entrevista, quién selecciona, quién decide.


Podría haber comenzado esta nueva etapa tirando la mochila que llevaba sobre mis hombros llena de miles de negativas, de cientos de sensaciones y de un sinfín de aprendizajes. Pero no.


Decidí que cada vez que me sentase delante de otra persona a entrevistarla, lo haría con la empatía y la sensibilidad que habría esperado yo de quién me seleccionaba cuando las tornas estaban cambiadas.


Hoy vuelvo a sentirme afortunada de tener un trabajo que me permite ayudarte. Que me da la posibilidad de hacer que vuelvas al mercado laboral y de hacer por ti lo que tantas veces desee que alguien hiciera por mí.


Por eso déjame contarte lo que veo cuando llegas a mi mesa, cuando mis ojos se cruzan con los tuyos. Pero también mucho antes, cuando te apuntas a la oferta de empleo, cuando te llamo por teléfono y cuándo entras por la puerta.

No todo es la entrevista

Sí, me leo tu CV. Y sí, leo las respuestas que das a las preguntas que escribo en los portales de empleo. No lo leo para buscar el punto en el que pueda descartarte y pasar al siguiente. Lo leo intentando descubrir que sí encajas en el puesto para el que estoy llevando la selección.

Es más, quiero que encajes, me encantaría que fueras perfecto para ese empleo. Pero, a veces, me lo pones muy difícil. Me presupones capacidades adivinatorias y una fe de la que carezco, cuando me respondes cosas en las preguntas que no aparecen por ningún lado en tu CV.


Luego, cuando doy un repaso más detallado, descubro que hace años que no actualizas tu currículum y pienso que quizás por eso no concuerdan los datos. Te llamo para comprobarlo, para que me cuentes, para que me lo expliques.


Déjame contarte lo mal que me siento cuando no me contestas porque no puedes atenderme y ni siquiera me devuelves la llamada. Déjame decirte que aunque hago un tremendo esfuerzo por ti, no me dejas más opciones que pasar a los siguientes candidatos. Quiero que sepas lo mal que me sabe ver que has perdido una oportunidad, sin que pueda hacer nada más.


Si me contestas al teléfono y eres borde, desagradable o te pones a la defensiva, mis radares se encienden y pienso si debería conocerte en una entrevista o dejarlo estar.


Cuando te planteo conocernos en una entrevista y me dices que no puedes hasta dentro de diez días, o que sólo estás disponible a partir de las nueve de la noche, sólo consigues que me dé cuenta de lo poco que te interesa el puesto aunque digas lo contrario.


Y si nos citamos y no vienes, ni avisas. O llegas una hora tarde. O vienes oliendo terriblemente a alcohol porque llegaste pronto y te tomaste unas copas en el bar de abajo; no me lo haces fácil. Me planteo qué puedo esperar de ti como trabajador si haces esto en nuestra primera toma de contacto.


Debes partir de la base de que quiero contratarte. Quiero darte la oportunidad de desarrollarte profesionalmente, como tantas veces me hubiera gustado que me la dieran a mí. Pero necesito que pongas de tu parte y, si no lo haces, no me dejas opciones.

Mientras hablamos

Has venido puntual, arreglado, sonriente. Nos hemos saludado y pasamos a la entrevista. Todo pinta bien, buena actitud, buena apariencia y las ganas de conseguir el trabajo brillándote en los ojos.

Nos sentamos frente a frente, con tu currículum y tus nervios. Y los míos. Crees que sólo tú estás nervioso, pero no es así. En esa mochila de la que te hablaba antes, cargo con las mismas sensaciones que tienes tú porque las he vivido.


Así que escondo mis ansias de que seas el candidato ideal, me visto de profesionalidad y comenzamos.


Déjame contarte que lo que espero de ti es que hables, que me narres y desarrolles aquello que has estado haciendo hasta ahora. Quiero generar un clima de confianza para que no te quedes callado, para que sepas que te atiendo y que estoy aquí para escucharte.


Pero no me hablas. No me cuentas nada, me dices que todo está en el currículum. Como si un folio de papel pudiera sustituir aquello que capto en tu voz cuando me narras cada experiencia.


Puedo notar si te gustaba aquella empresa o no. Si esa experiencia profesional fue simplemente porque necesitabas trabajar o si llegaste a amarla de verdad. Así soy capaz de discernir las ofertas que te van a hacer vibrar de las que no, y ofrecerte las primeras descartando las segundas.


Sin embargo, de nuevo, necesito tu ayuda. Cuando te pregunto por ciertas experiencias profesionales, no te estoy cuestionando, te quiero dar la oportunidad de que me entusiasmes, me enamores oyéndote vibrar por aquello a lo que te dedicabas.


Pero no. Porque en varias ocasiones me quitaste el papel de las manos porque no recordabas de qué experiencia te estaba hablando. Tenías pereza de hablar conmigo. Te recostaste en la silla. Mascaste chicle. Criticaste todo lo que has vivido anteriormente porque el mundo se ha puesto en tu contra. Me chillaste. Me recriminaste lo mal que está el empleo como si yo no lo supiera y, peor aún, como si fuera mi responsabilidad.


Déjame contarte que si te colocas la coraza y piensas que sólo quiero juzgarte, no me dejarás llegar a ti y te irás de mi lado sin dejarme conocerte, verte y ayudarte a abandonar el desempleo. Perderás la mano sólo porque decidiste ni siquiera jugarla y me quedaré con la sensación de que podría haber hecho más si me lo hubieras permitido.

Luego estás tú...

Tú que me coges el teléfono con esa maravillosa sonrisa que se siente aunque nos separen kilómetros. Que me das mil facilidades para vernos en entrevista. Que me envías tu CV por email para que lo vaya viendo antes de conocernos. Tú que llegas un poquito antes porque estabas nervioso. Tú que me cuentas cada punto de tu experiencia profesional, que ríes y te pones serio durante la entrevista. Tú que contagias optimismo y ganas.

Tú que me dejas un poso de felicidad que me dura todo el día, porque veo en ti lo mismo que en mí. Sé lo duro, lo complicado que es. Sé lo que sientes y el modo en el que escondes tu frustración tras la careta de que todo va bien. Pero también sé que darte una oportunidad es lo mejor que puedo hacer, porque has conseguido que crea en ti.


Tú que, pese a todo lo vivido, siempre dices sí, que eres sí. Que deseas que alguien te vea y por fin te mire. Que descubran en ti todo lo que sabes que posees. Tú que emanas actitud sobre todo lo demás y que lo cubres todo de un manto de optimismo que hace imposible abstraerse de él.


Lo haces todo tan sencillo, tan claro. Haces que todo fluya y que encaje sin esfuerzos.


Eres una de esas personas que vaya donde vaya lleva su luz. Su magia. Sus ganas. Esas que otros han perdido en el duro camino que es esta carrera de fondo.


Sólo puedo estar agradecida de que existas porque por ti, todo cuadra por fin.


Quiero contarte que es por personas como tú por las que mi día a día tiene sentido. Las que hacen que me vaya a casa satisfecha sabiendo que te mereces la opción que te he dado y mil más si las tengo.


Hay muchas personas así y ellas son las que ganan las oportunidades que otros dejan perder. Porque, déjame contarte que cuando te llamo, ya sé que quiero contar contigo. Cuando te cito a entrevista deseo con todas mis ganas que seas la persona elegida. El resto sólo depende de ti.


Así que es tu turno.  Ya es hora de que sepas que el mundo no está en tu contra, que eres tú quién ha adoptado ese rol y que debes abandonarlo ya. Puedes seguir cerrando los ojos, quejándote de que nadie te entiende, o empezar a pensar que hay quiénes queremos ayudarte. Si nos dejas.


Quizás no quieras oírme, pero déjame contarte que es casi siempre tu actitud lo que hace que la balanza se incline. A tu favor, o en tu contra. Es tu capacidad de demostrar ganas y pasión lo que me enamorará de tu profesionalidad.


Hay miles de profesionales, pero no hay nadie como tú. Aprovéchalo!

Comentarios

  1. Maravilloso. Me ha encantado cómo transmites las sensaciones. Conocer tu punto de vista (desde el otro lado) y permitirme empatizar. Un saludo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario