Mi propósito


Despido el 2018. El año se escurre entre nuestros dedos y yo me despido hasta que hayamos saludado al 2019.

La llegada de un nuevo año siempre trae consigo propósitos, ideas, valentía que quizás antes no encontrásemos.

Pero para mí lo mejor es ese momento en el que le das al pause a tu vida y le dedicas una mirada al lugar donde comenzaste el año que ya se va. Así me hago consciente de lo mucho o poco que ha cambiado mi vida, de los aprendizajes que he cosechado y de aquello que aún debo intentar cambiar.

Mirando atrás, encuentro que hace más de un año escribí en este blog sobre el modo de plantearse una entrevista de trabajo.

Titulé a aquel post "La cita de tu vida" e intenté dejar de manifiesto la importancia como candidatos de saber venderse, dándole a la otra persona lo que desea de nosotros.

Lo escribí estando en un momento vital muy distinto al de ahora. Sin trabajo, de entrevista en entrevista. La maleta cargada de negativas y la autoestima firme gracias, únicamente, a quiénes nunca dejaron de confiar en mí.

Un año después, estoy lista para abordar la otra cara de la moneda.

He pasado tanto tiempo siendo candidata, e incluso aún lo soy, que conozco bien el peso que sientes cuando te sientas frente a un seleccionador.

Cargas sobre tus hombros los nervios del primer impacto, la responsabilidad de salir airoso de la situación. Bombardean tu cabeza los miles de consejos aprendidos, ensayados cientos de veces.

Te martirizas con no olvidar sonreír mientras tratas de parecer sereno. Te piden naturalidad pero sin sobrepasarse. Tranquilidad pero que no llegues a parecer pasota.

Demasiadas normas para un momento en el que los nervios juegan en contra en una partida que nadie puede permitirse perder.

Pero... ¿Y la otra parte? ¿Qué ocurre con la persona que se encarga de realizar la selección?

Ahí en su mesa. Juzgando. Decidiendo sobre algo tan vital que puede suponerlo todo para el otro. Quizás sienta nervios, pero también es posible que lo que va a preguntarte a ti sea el pan de cada uno de sus días.

Por supuesto, tú que seleccionas personal, tienes la responsabilidad de hacer bien tu trabajo, de encontrar al mejor candidato. Y ¿ya está?

Un paso más 

Para muchas personas que se dedican a los RRHH su labor termina ahí. Pero si eres de los que piensan así, te equivocas.

Me da igual si alguna vez te has visto caer sin frenos en el pozo del desempleo o si toda tu carrera laboral está formada por una intachable hoja de empleos encadenados.

Me da igual porque cuando seleccionas personal, lo primero que tienes que ser es persona. En todo la inmensidad de la palabra.

Aceptar y entender que quién tienes enfrente es una persona como tú, puede parecer absurdamente obvio. Sin embargo estoy segura de que muchos de los candidatos que han pasado por esas mesas, no se han sentido tratadas como iguales.

Aconsejamos a las personas en desempleo que no se hundan, que no dejen de luchar, que mantengan elevada su autoestima. Y luego, nos encargamos de echar abajo el castillo de naipes aquellos que más deberíamos alentarles a aumentar sus pisos.

Dos caras. Una moneda

Tu responsabilidad como seleccionador está con la empresa que te paga el sueldo, sí. Lo acepto. Pero tu mayor deuda será siempre con quienes te ayudan a desempeñar ese trabajo.

Sin candidatos no habría puestos que cubrir, no habría empresas que pagaran por tus servicios. Deberías colocarles en el centro de toda tu actividad.

En una cita siempre hay dos partes y ambas deben poner lo mejor de sí mismas. Una de ellas, para convencer de que es la opción idónea. La otra para ayudarle a demostrar todo el potencial que el cosquilleo del primer encuentro le impiden enseñar.

Si una falla, fallan las dos. Porque sin interés, con preguntas manidas o desinformadas, sólo conseguimos duplicar el esfuerzo que el otro tiene que hacer.

Sin actitud, sin valentía, sin capacidad de venta, nos quedaremos en la superficie de una piscina que se construyó para sumergirse.

Existe la tendencia a cargar al candidato con la presión de la entrevista, como si no contase ya con el suficiente peso.

Pero existe otra variable en la ecuación mucho más peligrosa porque de su profesionalidad depende el correcto desarrollo de la entrevista.

Sin ambas caras, no habría moneda. Se necesitan. Se complementan y deben aprender lo valiosas que son la una para la otra.

Centra el foco

En la vida, en el amor, en las empresas, en cualquier ámbito de nuestra existencia siempre hay alguien que arriesga más. Alguien que se juega más, que perdería más si el desenlace no es favorable.

En este caso siempre es el candidato. Porque da lo mismo tu cuota, da lo mismo la presión que estés soportando, das lo mismo tú. Debes colocar la importancia en esa mirada que escruta tus gestos, que responde buscando tu aprobación. 

Cuidar, valorar y empoderar a cada persona que acuda a ti poniendo sus esperanzas sobre la mesa, es garantía de éxito. ¿Por qué?

Porque siempre habrá otra empresa, siempre existirán cambios de gerencia, ampliaciones de plantilla, aumentos de inversión.

Pero si pierdes la confianza de las personas que la depositan en ti, sabiendo que puedes romper en mil pedazos lo poco que les quede. Si denigras, maltratas, ignoras y restas importancia a esos valiosisimos recursos...

¿De qué te servirá tener miles de empresas que aún confíen en ti, si has perdido la posibilidad de cubrir no sólo sus puestos, si no cualquiera de sus expectativas?

Profesionalmente humanos

Un selector de personal empático y comprensivo no es menos profesional. Es más humano. Y la humanidad no resta nunca, es siempre un plus. 

Hay que contratar por capacidades, por actitudes, por experiencia, por conocimientos, pero hay que traspasar la barrera de lo escrito para ver más allá.

Una llamada informativa, dedicar comprensión cuando el mundo se les vuelve a derrumbar, apoyar, animar, preocuparse no está en tu nómina.

No nos pagan por ello, o al menos no estrictamente. Podríamos obviarlo y nada ocurriría.

Nada salvo que seguiríamos formando parte de un mundo deshumanizado. Uno en el que la mano de obra no es más que una cifra en la ganancia de la empresa.

Contar con la posibilidad de cambiar las cosas, nos obliga a responsabilizar nos. Y ese es mi propósito.

Tenemos la obligación de hacer del mercado laboral aquello que querríamos que fuera. Así ganaríamos todos.

Y ese es mi propósito: embellecer mi trocito de mundo, luchar en la medida de mis posibilidades y mejorar todo aquello que dependa de mi.

Si todos hiciéramos lo mismo, lograríamos por fin un mundo del que enorgullecernos, un mercado laboral justo y una existencia más feliz.

Así sí sería de verdad un muy feliz 2019!

Comentarios