Gollem, Galatea, Pigmalión... Y otros nombres ¿del montón?



¿Recuerdas tu primer día de trabajo? Los nervios a pleno rendimiento, las pilas puestas y la motivación a tope. 

Llegaste dispuesto a dar lo mejor de ti, a trabajar con ganas y a ser el mejor profesional posible. Y ahora, han pasado 3 meses, 2 años o 10 y ¿qué ha ocurrido? ¿Sigue tan elevada tu motivación y tus ganas de dar como cuando empezaste?

Para la mayoría de las personas la respuesta es no. No se trata de que el trabajo haya dejado de gustarte, ni de que te hayas cansado de la responsabilidad.

Hay muchas personas que, en estos momentos, están buscando empleo. Un porcentaje muy alto están en desempleo, pero hay otras que buscan urgentemente un cambio profesional. ¿Por qué?

Los motivos son variados pero hay uno que es el rey: la falta de motivación.

En psicología existen tres nombres que tienen mucha relación con esta circunstancia: Pigmalión, Galatea y Gollem.

Quizás nunca hayas oído hablar de ellos, pero te afectan. A todos nos llega a afectar uno de los tres, o los tres, en algún momento de nuestra trayectoria.

El efecto Pigmalión está relacionado con la motivación que sientes gracias a la confianza que otra persona deposita en ti. Si tus superiores consideran tu trabajo, te lo reconocen y te sientes valorado, tenderás a dar más de ti mismo, a intentar vivir en un estado de mejora continua.

Pero, ¿qué ocurre si por mucho que hagas, por mucho que des, parece no ser nunca suficiente? ¿Si son otras las espaldas que siempre se frotan y descubres que hay compañeros que se llevan los honores de manera sistemática, mientras tú no recibes la más mínima palabra de aliento?

En ese caso, sufrirás el efecto Gollem. El líder de tu organización con su comportamiento está llevándote a la falta de motivación y, por tanto, está consiguiendo un profesional susceptible de abandonar su puesto de trabajo en cuanto le surja cualquier oportunidad.

¿Y Galatea? Galatea eres tú, sin agentes externos. Es mantener la motivación por ti mismo. Es tener claro lo que mereces, lo que deseas y no dudar de tus posibilidades de conseguirlo, te llegue o no desde fuera la motivación que esperas. 

Las jefaturas, gerencias o líderes de muchas organizaciones no son conscientes de la importancia de sus comportamientos en el rendimiento de los trabajadores que componen la compañía.

Creen, erróneamente, que los empleados se sentirán motivados y felices únicamente por el trabajo que realizan, sin pensar que todo ser humano necesita, no peloteo, pero sí reconocimiento.

Los favoritismos sólo consiguen generar mal ambiente laboral y que aquellos que se dejaban el alma cada día en su trabajo, dejen de hacerlo si no reciben compensación.

Somos así. Da igual que seas más o menos sociable, más o menos profesional, más o menos exigente. Todos necesitamos cierto grado de apoyo, un poco de "sigue así".

Las retribuciones económicas están bien. Los ascensos son geniales. Pero hay muchas veces que eso no es posible, o simplemente no es suficiente.

La fuga de talento se produce por mejoras salariales, horarios más atractivos, proyectos más interesantes y un sinfín de motivos. Pero el salario emocional es vital y hay millones de trabajadores a los que se les ha arrebatado ese beneficio de su empleo.

Motivar a los trabajadores, aplicar el efecto Pigmalión regalándoles confianza y haciéndoles sentir importantes y parte de la organización garantiza la estabilidad de la plantilla.

Olvidarse de quiénes reman para que el proyecto avance y aplaudir sólo a unos pocos, les hará crecer a ellos, pero a la larga anclará el desarrollo empresarial.

Todas las piezas de cada organización son importantes, realizan una función sin la que nada funcionaría igual. Entonces ¿por qué no valoras en igual medida a cada uno de tus trabajadores?

Sé que somos personas, pero perdóname si te digo que creo firmemente que un líder no se debe permitir tener más "feeling" con unos que con otros. Un líder no es colega, no es amigo, y si decide serlo o lo es de todos o no debe serlo de nadie.

Si olvidas que tu cargo te otorga una responsabilidad y palmeas sólo a unos, debes estar dispuesto a pagar el coste que eso supondrá. Perderás a aquellos a los que nunca mirabas, a los que aún cumpliendo su trabajo de manera impecable no recibieron ni las migajas de tu atención.

Algunos se irán y otros verán que no compensa el esfuerzo y dejarán de exigirse la productividad que antes te regalaban.

Tu cabeza se ha quedado en el pasado, en un mercado laboral en crisis en el que tener trabajo y un salario a fin de mes era suficiente para tener a la gente contenta y callada. Una época en la que cualquiera deseaba una estabilidad y tenía miedo al cambio.

Eso ha pasado. Las oportunidades laborales son cada vez mayores y nadie quiere pasar su existencia en un lugar donde le demuestran a diario que no es importante.

Cuánta más seguridad, más autoestima, más confianza en su propia valía tenga una persona. Cuánto más de Galatea haya en ella, más difícil será retenerla cuando sienta que la organización no le da lo que necesita.

Y si no tiene nada de eso, si aún no ha descubierto el inmenso valor que tenemos todos y cada uno de los profesionales, y tú como líder no se lo enseñas, irá a buscar un lugar dónde le abran los ojos a lo grande que es. 

¿De verdad te quedarías en un empleo desmotivante, dónde sólo eres un número, en el que hagas lo que hagas nunca recibes motivación?

Si tú no lo harías, ¿qué te hace pensar que otros sí aceptarían lo que tú no quieres ni regalado?

Gollem, Galatea y Pigmalión pueden ser para ti sólo nombres del montón. Sin importancia, como no la tienen los de tus trabajadores.

Pero entonces serás todo lo que tu cargo diga. Serás un jefe, un rey o un dios, pero no eres un líder. Porque un líder es otra cosa.

Es una persona capaz de alentar a cada pieza de la organización, consiguiendo que den todo de si, que crezcan tanto como su potencial les permita y haga así crecer el proyecto empresarial.

Es, o debe ser, la brújula, el bastón firme dónde sostener el peso cuándo la plantilla flaquee. El guía que jamás deja a nadie atrás, que no genera competitividad sino cohesión. El que hace sentirse a cada uno importante en su área y le convence de que es necesario y valorado.

Por eso, como jefe o como gerente tienes la responsabilidad de no perder el norte por tu favoritismo. Debes ser ejemplo de objetividad, tienes la obligación de apoyar a todos y cada uno de los miembros de tu equipo.

Y si no lo haces, asume el precio. 

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